El Gobierno nacional ya tiene quien responsabilizar por una posible derrota en los comicios intermedios: al efecto Fabiola Yáñez, nada menos que a la pareja del Presidente, a causa de organizar una reunión de amigos a contrapelo de lo que había dispuesto por decreto el propio jefe de Estado. Y sólo porque él la expuso al señalarla. La lectura es política. La trascendencia sigue cobrando el acontecimiento obliga a la coalición gobernante a pergeñar estrategias para salir del brete político de una forma rápida y con el mínimo daño posible. Sin embargo, pesa mucho la inmoralidad puesta de manifiesto en la residencia de Olivos, nada menos; sólo hay que ver como esta inconducta se traduce en votos en una suerte de traspolación electoral.

Es un escándalo, pero ya se vio que con las denuncias de la ruta del dinero K en su apogeo y con los cuadernos de la corrupción en boca de todos, igual el oficialismo con Cristina a la cabeza se impuso en los comicios de hace dos años; con ella, que es la verdadera líder del Frente de Todos. En las urnas de entonces influyeron otras situaciones -la económica y social centralmente-, como para que los que hoy están en campaña aprovechen la experiencia, de un lado y del otro. Por más que reniegue, la vicepresidenta tiene que digerir el mal trago por culpa de su elegido para presidir el país, situación que la pone en el dilema de decir algo o no decir nada al respecto, y en plena campaña electoral. Debe intuir que una u otra cosa será contraproducente para la coalición gobernante.

La devaluación y el descrédito de Alberto ante la opinión pública es un mazazo al corazón del frente, por lo que su inquietud debe pasar por tratar de atenuar al máximo los efectos adversos. ¿Cómo? como lo viene haciendo en cada aparición última: fue Macri el que lo hizo, el peor de todos. Y si ella lo arrastra al escenario para exponerlo como elemento de peso en la campaña, la oposición lo intentará tapar con la gaffe del Presidente y la primera dama. Ruido con ruido para silenciarse.

Para el Gobierno, en algún punto, es una fortuna que ese suceso estallara antes de las PASO y no de las elecciones generales, porque las primarias siempre obran como una gran encuesta, o como un llamado de atención a oficialistas y a opositores. Ejemplo: después de la paliza de 2019 en las PASO, Macri remontó más de dos millones de votos. Sí se puede, dirían ahora los compañeros. Sí se podrán recuperar del tortazo de la fiestita de cumpleaños, pero a un costo por ahora inmedible.

El efecto Fabiola Yáñez, además, obliga a los oficialismo peronistas provinciales a encerrarse aún más en sus propias fronteras y a despegarse de la gestión nacional de Fernández por la crisis de credibilidad que lo está golpeando. Alberto es como la covid-19 hoy, se impone el distanciamiento social. Quién querrá salir a hablar del tema y a defenderlo en público, frente a los micrófonos; por el contrario, la estrategia será, seguramente, apostar a mostrar lo hecho a nivel provincial. Porque se corre el peligro de que al defender el proceso de vacunación nacional les repliquen con un: ahí los vacunatorios vip y la fiestita de cumpleaños. Golpe por golpe.

Chau albertismo por ahora. Quédate allí, en la Capital, Presidente, hoy por hoy, sos piantavotos. Lo entienden y se lamentan los peronistas, y tienen que aprovecharlo los opositores que, como corresponde, han realizado pedidos de juicio político por mal desempeño como funcionario público. Hay que capitalizar el momento, porque no hay disculpas que valgan, la falta de respeto hacia el pueblo es mayúscula. Tienen una inmejorable bandera para golpear al Gobierno y para promover una marcha el martes para reclamar por la destitución del jefe de Estado, ahora que hay más gente vacunada y que se puede salir a la calle con más cuidado a protestar.

Como el juicio político no tiene demasiadas posibilidades de prosperar, es natural que se le exija a la ciudadanía que le imponga un castigo, porque el oficialismo, como es lógico, se abroquelará para obstaculizar la vía constitucional de sancionar al Presidente. Y las urnas están cerca, a sólo cuatro semanas. Para una u otra acción.

Ahora bien, el efecto Fabiola, ¿hará que pierda el PJ en Tucumán y que gane Juntos por el Cambio? Es pregunta nomás. De hecho, los primeros procurarán que la elección se provincialice -como se dice vulgarmente-, que se mire la gestión fronteras adentro, que se hable de lo que pasa en Tucumán y que lo de Alberto y su pareja sea una mera anécdota; otro simple adelantamiento en la fila.

La grieta peronista entre manzuristas y jaldistas se potencia tanto por el nivel del enfrentamiento que seguro tapará el “descuido” presidencial. Y tal vez retarde la invitación de Manzur al Presidente para que le levante la mano en un mitin, es que el descrédito actual del amigo Alberto puede ser contagioso y contraproducente. Debe bajar la espuma.

No sería raro que ocurra por estos lares, donde hace varios lustros algunos correligionarios llegaron a pedir que el propio Alfonsín, al que los radicales veneran como el padre de la democracia, no viniese a Tucumán a respaldar a un candidato de la UCR porque no lo beneficiaría. Pasó.

Hoy podría suceder algo parecido con los compañeros, por eso del efecto Yáñez. O quizás Manzur, al que hace unas pocas horas el jefe de Estado elogió amistosamente, se anime a invitarlo para que reciba un baño de respaldo tucumano y, de paso, consiga la foto que tanto busca; la de la bendición como conductor del peronismo. Además, si Alberto, como lo admitió en Olavarría, no impidió la reunión familiar en plena etapa de prohibiciones por la pandemia, ¡cómo no participar de un acto masivo del manzurismo, y con distanciamiento social!

Volviendo a la pregunta sobre si el peronismo perdería adhesiones por la desconsideración, negligencia, falta de respeto del jefe de Estado y de su compañera; cabe decir que la magnitud de las movilizaciones del manzurismo y del jaldismo van a atenuar la posible incidencia, por lo menos en la interne del Frente de Todos. El nivel de campaña electoral agresivo va a tener su correlato en las urnas, porque van a tratar de conseguir la mayor cantidad de adhesiones a como dé lugar para resolver la pelea por el liderazgo  en el peronismo, pero más que nada para ver quien sale mejor parado de cara al 23.

Porque eso es lo que se está dirimiendo en las primarias del PJ, queda claro cada vez que Jaldo rechaza la reforma constitucional y que Manzur niega que sea tema de discusión; el primero porque ya se declaró candidato a gobernador y el segundo porque aún no lo es, ni ha elegido sucesor. Para serlo primero debe borrar electoralmente a Jaldo del mapa peronista. Paso a paso. Y está empeñado en esa misión. No puede perder, se deslegitimaría, menos si es el gobernador, el presidente del PJ y el amigo de Alberto.

Si Jaldo gana se convierte en Gardel. Y por lo que dicen sus respectivos encuestadores van a triunfar ambos, según los estudios que han realizado. Por lógica (principio del tercero excluido) uno va a tener razón y el otro no, uno se impondrá y el otro saldrá derrotado. Cabe reflexionar que uno de los dos muestreos está equivocado, ya sea por razones técnicas o bien por razones políticas. Ya que cuando todo se pone bajo el interés de la política, las acciones quedan teñidas de sospechas en cuanto a su verdadera intencionalidad. Tal vez los métodos sean diferentes y por lo tanto los resultados sean distintos, pero hoy los dos trabajos se contradicen y están arriesgando prestigios. Por lógica, uno acertará y el otro se equivocará. Y la política, como se sabe, a todo al que abarca lo arroja al barro.

Ahora bien, el efecto Fabiola ¿hará que ganen juntos por el Cambio en Tucumán? Bueno, provecho tienen que sacarle, aunque sea mínima la obtención de votos, algún descontento dirigirá su voto a alguna de las tres opciones de Tucumán, indignado por mal accionar de la pareja presidencial.

¿A cual de las tres? Por de pronto, Beatriz Ávila, candidata a senadora por el alfarismo, y José Cano, por el radicalismo, han realizado sendos planteos de juicio político contra el Presidente. Son opositores, revelan que quieren representar al indignado, al que fue defraudado por el Presidente. Por lo menos para obtener votos para sus propias listas en las internas de Juntos por el Cambio. Si el malestar es notable, y es captado adecuadamente por los opositores, cabe imaginar que algunos puntitos sumen.

Pero: ¿serán los suficientes como para imponerse al oficialismo? Es imposible de mensurar, pero no hay que desperdiciar el momento electoral para fijar posición por el lado de la moral y de la ética, por exigir el buen comportamiento de los funcionarios públicos. Se debe demandar ejemplos por el bien de la democracia. El jefe de Estado le regaló una bandera en bandeja a los opositores, cómo no izarla y hacerla flamear hasta las primarias.  

En esta cuestión, alfaristas y radicales, por lo menos los “veteranos”, se neutralizan entre sí al realizar las mismas acciones, como este pedido de juicio político. Es correcto y válido que avancen en esa línea. Sin embargo, las diferencias van a tener que pasar por los discursos y por el trabajo territorial entre ellos. Ya en el debate en Panorama Tucumano del miércoles han quedado bien en claro que ambos sectores son los que están en duelo directo, casi ninguneando a la lista de los intendentes de Yerba Buena y de Concepción. Estos son la novedad, buscan ser la sorpresa. O dar el batacazo.

En aquel debate quedó en evidencia que el radicalismo tradicional no quiere perder frente a un peronista en la interna, porque relegaría a la UCR a un papel secundario, y a tener que encarar un proceso de normalización partidaria urgente en igualdad de condiciones entre todos los grupos internos. Una forma de reiniciar todo el camino de nuevo, secundando al PJS. También en Juntos por el Cambio se ponen en juego futuros políticos, y de cara al 23, no sólo sucede en el Frente de Todos. Ambos sectores se han embarcado en una lucha por la supervivencia política, donde unos deben relegar a otros, donde todo es válido, hasta aprovechar al máximo el efecto Fabiola Yáñez, porque en algunos días será una anécdota más, como los salteadores de filas; porque en este país nunca faltan las sorpresas.